LA MOTIVACIÓN EN LA JUVENTUD

Por Mtra. Norma Guadalupe Téllez Nolasco 


Mucho se ha hablado de la importancia de hacer las cosas con entusiasmo y con un interés activo que nos impulsa y nos lleva a lograr lo que deseamos. Quizá más de una vez nos hemos levantado con las ganas de hacer una variedad de cosas: ir a correr, visitar a un amigo, hacer una tarea postergada, tomar clases de algo que deseamos aprender etc. Ese día nos alistamos emocionados, probablemente escuchamos música y andamos un poco más de prisa movidos por el entusiasmo de las actividades que nos esperan. 


Estamos convencidos de querer realizar las cosas y eso nos mantiene andando hacia lo que deseamos hacer. Para muchos, este sentido de hacer las cosas es llamado coloquialmente motivación y no está nada alejado del significado del término. La palabra motivación procede del latín motus y se relaciona con aquello que moviliza a la persona para hacer una actividad. No obstante, la motivación no es una cosa mágica que de repente se enciende y nos lleva a “conquistar el mundo”. No, la motivación está ligada a la conducta e involucra diferentes aspectos.

 

Podríamos entender la motivación “como proceso que explica el inicio, dirección, intensidad y perseverancia de la conducta encaminada hacia el logro de una meta, modulado por las percepciones que los sujetos tienen de sí mismos y por las tareas a las que se tienen que enfrentar” (Herrera, Ramírez, Roa y Herrera, 2004:5). Las tareas no son meramente ajenas a nosotros, pues no se convierte únicamente en un reservorio de nuestros impulsos, sino que involucra una visión de nosotros (sujetos potencialmente capaces de actuar) y de ese algo (objeto/circunstancia) que deseamos. Sobre ese “algo” podemos desarrollar sentidos o intereses que intrínsecamente y de manera voluntaria, nos llevan a desear alcanzarlo o podemos ser movidos a realizarlo, en función de cierto tipo de recompensa o gratificación. Tomaré el ejemplo del ejercicio y la danza para explicar los argumentos anteriores.

 

Es probable, que alguna vez hayas deseado cambiar ciertos aspectos de tu cuerpo, mejorar tu condición física o simplemente socializar a través de la realización de un deporte. Esto se convertía en una razón que te parecía suficiente y significativa para poder emprenderlo (motivación intrínseca-inicial), de tal manera, que sin importar lo que eso implicara te determinabas y hacías el ejercicio elegido o el deporte que te parecía atractivo. Quizá el ir viendo poco a poco los resultados o ir notando tus avances en el deporte te hacían mantener tu objetivo. Probablemente, hubo días de mucho cansancio o de lluvia en que te pasaba por la mente no realizarlo, no entrenar, faltar a la clase de deporte etc. 


Sin embargo, ver tus progresos te motivaban para permanecer e insistir en tu objetivo. Seguramente, poco a poco fuiste dedicando más tiempo al entrenamiento o practicando con más intensidad al notar que era necesario para lograr mayores resultados. Quizá en algún punto tus amigos, padres o tu novi@ te dijeron que exagerabas y que no debías tomar tu entrenamiento tan en serio, pero tu no te detuviste y continuaste asistiendo. Fuiste perseverante y pronto, incluso, se volvió parte de tu rutina y de tus hábitos lo que había comenzado como curiosidad o gusto. 


No obstante ¿Qué sucede cuando no estamos completamente convencidos de realizar una actividad? ¿Por qué optamos por hacerla a pesar de que no estamos completamente motivados? Imaginemos que nos gusta el baile y creemos sentir el ritmo en todo nuestro ser. La coreografías en el tiktok nos salen a la primera y en las fiestas sentimos que es la mejor parte (después de la comida), cuando la música comienza y el baile nos llama.



Está 
claro que nos gusta disfrutar la música, sin embargo, nuestros padres nos inscriben a clases de ballet, en lugar de a bailes de salón (salsa, cumbia, urbano, reguetón etc.). ¿Ballet? Podríamos preguntarnos ¡A quién le interesa el ballet! El asunto es que si asistimos a clases y probamos por unos meses, nuestros padres nos permitirán inscribirnos a las clases de baile que queramos (incluso twerking). Nunca hemos tomado clases de ballet, así que en realidad, desconocemos de qué se trata y cuestionamos si nuestro rechazo inicial puede deberse a estas mismas razones. ¡Ni modo! Sabemos que si queremos B, primero debemos pasar por A, así que aceptamos llevados por la “recompensa” de poder elegir –después- la clase de baile que más nos interese; además de tener a nuestros padres contentos, lo que puede traer otro tipo de consentimientos hacia nosotros. 


Esto que nos mueve a vernos pronto en clases de ballet practicando el “demi plié” y el “relevé” sería una motivación extrínseca porque responde a un estímulo externo. Si te pareció un tanto lejano el ejemplo del ballet, quizá te sea más sencillo pensar en algún trabajo que estuviste realizando durante la pandemia y que, aunque preferías estar en casa dedicado 100% al estudio o al Facebook, lo realizaste porque obtenías una remuneración económica que te permitía comprarte cosas o contribuir al apoyo familiar. Quizá esta motivación no nos parezca del todo agradable porque la asociamos a situaciones que debimos realizar un tanto forzados o que realizamos para evitar un castigo. 


Desafortunadamente, a veces estamos más acostumbrados a actuar por una especie de premio o recompensa y no porque voluntariamente estemos convencidos de su beneficio (como cuando el profesor te sugiere leer el libro X y antes de leerlo sueles preguntar ¿Cuántos puntos nos dará si lo hacemos?).

Lo cierto es, que a lo largo de nuestra vida nos hemos familiarizado con ambos tipos de motivación, para bien o para mal. Aunque yo podría apelar al valor de la primera porque está asociado más a la voluntad de hacer las cosas y al acto genuino de realizarlas, las dos exigen algo que me gustaría notaras si es que deseamos obtener lo que nos llevó a iniciarlas. Ambos tipos de motivación involucran un desafío y traen consigo una exigencia: la de mantenerse y persistir. Estoy casi segura que odias que te hablen de constancia, disciplina y compromiso, pero estas palabras están involucradas en los tipos de motivación de los que te hablé y vas a requerir de ellas para no abandonar aquello que te hayas propuesto hacer (un deporte, un trabajo, un hobbies, una carrera universitaria, incluso una vida en pareja). Las necesitarás para que, en cuanto pase la emoción inicial que tanto nos movió a realizarla, no la abandonemos.


Es importante que adviertas que será valioso continuar aun cuando veas resultados lentos, cuando percibas que el camino es largo, cuando te digan que te falta mucho para tener el nivel que deseas alcanzar. Persistir, no abandonar, no soltar la motivación inicial que te llevo a estar ahí. ¿Sabes por qué? Porque como vimos, la motivación no es una chispa que se enciende y hace magia en tu vida. La motivación es un proceso que si bien inicia con una aspiración a lograr algo, tiene un papel transformador sólo si mantenemos la intención y nos determinamos día a día, pensamiento tras pensamiento, acción tras acción hasta lograrlo.

 Existe una tradición tibetana en donde brindan importancia a establecer intenciones al comenzar el día y revisar las motivaciones que van asociadas a dichas intenciones. Para ellos, esto es importante porque marca la pauta de lo que se va a realizar y nos otorga dirección, nos enfoca y permite concentrarnos en acciones y pensamientos que nos ayuden a lograrlo. Es decir, cultivar pensamientos favorables en lugar de aquellos que echen por la borda el camino recorrido. Escucharnos y recordar nuestra motivación inicial es sumamente importante. A veces, prestamos atención a lo que otros nos dicen respecto a lo que hacemos y eso termina por alejarnos de nuestro propósito. 


Frases como: “no aprendes”, “los demás son mejores que tú”, “esto no es lo tuyo”, “pasarán años para que veas resultados” etc. pueden llegar a obstaculizarnos. En otras ocasiones, somos nosotros mismos los que nos detenemos en el camino porque ya no nos sentimos “súper motivados”, o tenemos la pila baja. Intenta hacer el ejercicio de recordar las distintas actividades en las que te has involucrado o los proyectos que has emprendido ¿Cuánto tiempo ha durado tu interés en ello? Y es que, no sólo está grandioso ser buscadores de nuevas cosas, sino ser persistentes en las que un día elegimos iniciar; es decir, aprender a mantener la motivación hasta llegar al propósito que nos habíamos planteado o a los resultados que tanto hemos buscado.

 

Referencias
Herrera, F., Ramírez, M. I., Roa, J. M., y Herrera, I. (2004). Tratamiento de las creencias motivacionales en contextos educativos pluriculturales. Revista Iberoamericana de Educación, Sección de Investigación, N° 37/2. España. Consultado el 5 de mayo de 2021. Tomado en: https://www.redalyc.org/pdf/440/44012058010.pdf

Comentarios

  1. Excelente tema y es un hecho que en la etapa en la que están los jóvenes necesitan motivación tanto de sus papás como de los amigos que los rodean y de sus docentes, para que ellos sientan que la actividad que realizan es reconocida y así ellos querrán continuar trabajando más y sobretodo de cumplir con sus diversas actividades. Me gustó el tema.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares